En el anterior post, Lansky decía que la corrupción en España está generalizada, mientras que yo sostengo que lo que está es institucionalizada. Aprovecho que soy el dueño del blog para explicar mi postura.
Creo que la obligación de la clase política es, a través de las diferentes administraciones, cuidar por el
bien común de los ciudadanos.
Si no recuerdo mal, es lo que los romanos llamaban la res publica.
Para conseguir este
bien común los legisladores hacen leyes que los ciudadanos tenemos la obligación de cumplir y el Estado de hacer cumplir. Pero, ¿qué ocurre cuando estas leyes son manifiestamente injustas o absurdas? No hace falta irse muy lejos para encontrarse con algunos ejemplos, Como puede verse, el radar de la foto:
está situado en una autovía inmediatamente después de la señal y, como podrán suponer
es más que eficaz cazando a conductores que circulen a la temeraria velocidad de 100 km/h en una vía, supuestamente, rápida.
Para mi el concepto de corrupción va más allá de la
definición del diccionario de la RAE:
En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.
Para mi la corrupción es, además, todo comportamiento o actuación que vicia o adultera las
normas que buscan ese
bien común aunque sea de acuerdo con la ley.
Tendemos a olvidar que el que algo sea legal, no quiere decir que sea ético.
Vayamos al ejemplo anterior. Para evitar accidentes se fijan velocidades máximas. Para poder castigar a aquellos que incumplen esta norma, poniendo en peligro la vida de los demás, el Estado pone radares y cámaras de fotos. Entiendo que ese comportamiento es legítimo porque busca el bien común. Pero cuando, como en la foto, el radar se pone inmediatamente detrás de la señal y no consta que en esa zona se produzcan accidentes por ir a 100 km/h es evidente que su fin es la recaudación. Hay, por lo tanto, un prostitución de la norma y, por lo tanto, corrupción.
Sigamos. Parece lógico que alguien que deje su trabajo para dedicarse al
servicio público al finalizar ésta, se le indemnice de alguna manera para tenga tiempo de reincorporarse a su actividad sin merma de sus ingresos. Pero cuando se permite; que los políticos compatibilicen estas no solo una, si no a veces hasta varias indemnizaciones, o pensiones, por cesar en cargo público, con otro sueldo ya sea público o privado, se vuelve a prostituir la norma y, de nuevo hablaríamos de corrupción.
Volvamos al caso Urdangarín. ¿Si vuestro padre, el rey, tuviese un comportamiento ejemplar, consentirías alguno que vuestro cónyuge pusiera en peligro la Corona? Urdangarín y la
infanta Cristina se han limitado a repetir lo que ha visto en su entorno, cobrar comisiones millonarias por informes y gestiones inexistentes. ¿Cobra el SM. D. Juan Carlos I comisiones millonarias? Bueno, dejo al avezado lector dos ejemplos para que pueda sacar sus propias conclusiones:
Les ruego que escuchen
esta entrevista a Roberto Centeno, consejero delegado de CAMPSA a finales de los 70. Lo verdaderamente jugoso está del minuto 20 al 26, donde el entonces ministro le abronca por meterse en negocios en los que únicamente podía estar Manuel de Prado y Colón de Carvajal
También está este otro párrafo:
La última de estas operaciones tiene que ver con el fabuloso contrato -6.736 millones de euros- logrado por un consorcio español liderado por Adif y Renfe para construir el tren de alta velocidad entre Meca y Medina, donde los servicios del Rey han resultado claves ante el monarca saudí para inclinar la balanza a nuestro favor frente a la durísima competencia francesa, y en la que, al parecer, se han trasegado comisiones de hasta tres dígitos en millones de dólares.
extraído de
El Rey y su yerno Urdangarin, de Jesús Cacho.
Si alguien quiere más ejemplos de corrupción diaria, se los puedo dar sin problemas, pero el hecho es que de lo más pequeño a lo más grande, de lo cotidiano a lo excepcional la clase política de este país, de reyes a villanos, han hecho de la corrupción su inseparable compañera de juegos. Por eso defiendo que aquí la corrupción está incrustada en todas las instituciones, i.e. está, desgraciamente,
institucionalizada.
P.D. De los bancos, hablaremos mañana.