jueves, 15 de septiembre de 2016

Sobre los cuentos y nuestras madres

No pretendo descubrir ahora que tras los cuentos infantiles clásicos está la necesidad de transmitir algún tipo de enseñanza moral a los niños. Por eso, muchas veces las versiones originales se alteraban a fin de hacerlas más digeribles a los ojos de un niño. Dicen las malas lenguas que en realidad la Bella Durmiente era violada, Caperucita Roja comida (y digerida) por el lobo y Blancanieves, la dulce Blancanieves, era asesinada por su madre.

Precisamente es de esta última es de la que quiero hablar. Aprovechando mi total y absoluta ignoracia sobre el tema, he bautizado como Síndrome de la madre de Blancanieves1 al odio que ciertas madres muestran hacia alguna de sus hijas. Fijaos bien que hay tres pababras clave: odio, madre e hija.

De las dos últimas hay poco que decir. Es unidireccional y siempre con los mismos protagonistas: de madre hacia hija.

Es lógico que en una familia con hijos, sobre todo si hay muchos, un progenitor se identifique o tenga más y mejor relación con unos que con otros y que incluso alguno pueda, con el tiempo, haberse arrepentido de no haberse enrollado esa noche con una chiva, o chivo según sea el sexo, antes que con su cónyuge. Tampoco hablo de un síndrome post-parto, de algún tipo de patología temporal, de alguna manía propia de personas de edad avanzada o de mujeres sicóticas. No. Hablo de un desprecio total y absoluto desde el minuto uno de su nacimiento, ninguneándola e ignorándola en favor de sus hermanos o hermanas. Desprecio que se prolonga y agrava según va creciendo la niña llegando a la edad adulta, donde se mantiene.  Desconozco la razón. Quizás fue la primera y la madre temía que la niña fuese a arrebarle el amor del marido, quizás fue la última cuando no la esperaba, quizás el parto fue difícil...  Tampoco hablo de mujeres de formación estricta, que quieren transmitir esa disciplina a sus hijas. Son siempre mujeres normales que no maltratan por acción ni omisión a ninguno de sus hijos, ya sean varones o hembras, salvo a su víctima: su propia hija.

Desconozco si esta patología está recogida, pero lo que si os puedo asegurar es que existe. Lo sé porque conozco al menos tres casos en mujeres de diferentes condiciones, estados, clases sociales y cuyas madres no se conocían entre sí.

La primera y la última lo manifestaban públicamente. Las dos decían que no recordaban haber recibido de su madre una sola muestra de cariño o afecto en toda su vida. Pese a ello mantenían con ella una relación dictada por los usos y costumbres de la época y que yo la resumiría en el conocido "tú en tu casa, yo en la mía y Dios en la de todos".

La segunda era el caso opuesto. Una total y absoluta sumisión hacia la madre, tratando de conseguir vanamente alguna muestra de cariño y justificando todas las humillaciones de las que era víctima.

A lo mejor he tenido suerte y he visto un cisne negro; pero si tenemos en cuenta que no han sido uno, si no tres, quizás haya que hablar de algún tipo particular de patología que habría que estudiar. Claro que, ¿quién tiene narices de meterse en la relación entre una madre y una hija?


Coda final: Curiosamente este artículo apareció publicado en El País el 12 de octubre de este año.


1 Mi primera idea fue llamarlo Síndrome de Blancanieves, pero el nombre ya estaba pillado.